Ahora que ha quedado claro que somos muchos millones de mexicanos quienes apoyamos a Xóchitl Gálvez, pende un peligro: el xochitlismo. Aunque no será Xóchitl quien lo cause, sus simpatizantes y electores sí podemos causarlo. También nosotros somos capaces de desactivarlo.
De materializarse, el xochitilismo sería una variedad del personalismo político, mal de la cosa pública que, cuando se agrava, se convierte en la fiebre del mesianismo, enfermedad de los pensamientos y las emociones, que ataca principalmente a las creencias. El personalismo es una fe dislocada. Antes y ahora, el personalismo ha hecho estragos, en este país y en el mundo. Mutando en caciquismo y caudillismo, ha sido especialmente grave en el orbe que habla español. Inglaterra, que ha contrarrestado el mal con su rarísimas constitución y monarquía, parece ser un país que ha quedado más o menos libre del contagio. Ha de haber otros. El personalismo no es sino una forma más de las bacterias y virus que se conocen como “ismos”, que suelen tener un efecto fatal sobre la república. Están los obvios, por ejemplo, el nazismo. Otros, como el socialismo o el capitalismo, no saltan a la vista. Hoy, sobre la faz de la tierra cunde una mutación especialmente perniciosa: el populismo. Dañino como es este bicho, no es nuevo. Ya Aristóteles lo había diagnosticado, bajo el nombre de demagogia. La historia de estas enfermedades del cuerpo social es interesantísima. Sus causas y efectos no están claros. Parece que aparecieron en la Revolución Francesa, a partir de un germen que podría atribuirse, por simplificar, a Rousseau. Según este germen, es posible usar la política y la economía, es decir, las solas fuerzas de la inteligencia y la voluntad humana, para eliminar las desdichas, pesares, desgracias y penurias que se abaten sobre la humanidad, varones y mujeres, ancianos y niños. Pensadores como Edmund Burke contestaron a Rousseau con un “no”. En la vida sobre la tierra siempre habrá dolor, aunque este dolor se puede aliviar, aminorar, disminuir, usando la política y la economía, que abren vías para que abunden el gozo y la dicha de los humanos. Esas vías no tienen inventor, descubridor o autor. Son milenarias obras anónimas, creaciones colectivas de la cultura y la civilización. La cultura y la civilización transmitidas hasta nosotros prescriben tres vías, libertades, democracia y Estado de derecho, para alcanzar un nivel soportablemente alto de felicidad terrenal. Para evitar el peligro del xochitlismo, conoce, estudia y practica esas vías, que sí funcionan, aunque lejos están de ser perfectas. Para impedir que nuestra cosa pública se acabe de atrofiar, hay que poner primero los principios y después a las personas. Por eso, si gana, manda a Xóchitl Gálvez, y a los miles de personas que ocupan cargos de elección popular, a que traten de apegarse lo más posible a la mejor tradición política de Occidente. Si el gobierno de Xóchitl Gálvez facilita que, entre 2030 y 2036, México avance algunos pasos más en libertades, democracia y Estado de derecho, habremos tenido éxito.
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Mauricio SandersEscritor, editor y traductor. Trabajó como agregado cultural y se ha desempeñado como funcionario en organismos para la cultura del gobierno de México. Más mitote
May 2024
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