En momentos graves, conviene observar la historia. Cuando, gracias a su carisma bronco, Vicente Fox ganó las elecciones del año 2000, hubo festejos en los zócalos del país. Por supuesto, se vale festejar. Es un síntoma de salud social cuando la cosa pública da para feliz mitote. Sin embargo, las muchedumbres dieron en gritar: “¡No nos falles! ¡No nos falles! ¡No nos falles!” Ése es el grito que al pueblo le salió del alma. Da pena un pueblo que grita así.
Bien puede ser que, en la elección de 2024, gane Xóchitl Gálvez, en parte también debido a su bici, sus huipiles y su boquita de carretonero. Si gana, tendremos moderadas razones para festejar, pues habrá ganado algo tantito mejor de lo que estaba. Sin embargo, dado el clima anímico en el mundo y el país, es de temer que, esperando un milagro que no vendrá de Palacio Nacional, las aglomeraciones griten a Xóchitl lo mismo que le gritaron a Fox: “¡No nos falles!” Ese grito revela que, de cada nuevo gobernante, esperamos el Cambio que nos haga ingresar en el Reino de los cielos, donde la tierra manará leche y miel, donde ya nadie tendrá que llorar. Así no se hace política. Así no se construye la polis. Hay que aprender a esperar poco de quienes nos gobiernan, a quienes debemos exigir mucho: que velen por el bien común, conservando con esmero lo que sirve y modificando con cuidado lo que no. Al esperar demasiado, preparamos otra decepción sexenal, que provocará que lleguemos a la elección de 2030 con frustraciones frescas y añejas. Entonces, votaremos con la tripa, motivados por la indignación, mojigatería cívica que nos impide examinar nuestra conciencia civil. Y así, sin examinarnos, volveremos a decepcionarnos, en un círculo vicioso que sólo se romperá cuando comprendamos que el Presidente de la República no es el príncipe azul con el que sueñas. ¿Quieres Paraíso? Ése se pide en la iglesia. Si gana Xóchitl Gálvez, ojalá que salgamos a las calles y las plazas a hacer fiesta. Pero ojalá que gritemos: “No te vamos a fallar, Xóchitl.” Si quieres ayudarla, no le cargues el bulto de entrada. La Ciudadana Presidenta Electa no la va a tener nadita fácil. Gobernará con una coalición de partidos volátil e inestable y una oposición rijosa, en el Congreso y en numerosos gobiernos estatales y municipales. Ojalá que gritáramos: “No te vamos a fallar, Guadalajara, León, Monterrey, Puebla, Querétaro. No te vamos a fallar, México.” Ojalá que esa noche, al terminar el festejo, en la intimidad de su cuarto, cada quién al Dios de su entendimiento, eleváramos una breve plegaria, más o menos con este contenido: “Ilumina a la señora presidenta. Concédele fuerza y gozo para cumplir con su formidable tarea. Salva mi cuadra, mi colonia, mi ciudad, mi estado, mi país, mi mundo. Indícame cómo quieres que yo ayude a salvarlo.” Muy probablemente el Poder Superior te diga que, en las elecciones intermedias, vayas a cumplir con lo mínimo que pide la democracia: ir a votar.
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Mauricio SandersEscritor, editor y traductor. Trabajó como agregado cultural y se ha desempeñado como funcionario en organismos para la cultura del gobierno de México. Más mitote
May 2024
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